Enciende EL FARO desde Almeria España la bailaora flamenca y artista TANIA SANTIAGO
Para conocerla mejor, ¿dónde nació, a dónde reside y desde cuándo baila?
Nací en Almería (Andalucía, España). Escucho flamenco desde la cuna porque procedo de una familia con mucha tradición flamenca. Con 5 años pedí a mis padres tomar clases de baile flamenco y pasé por diferentes academias de la ciudad antes de comenzar mis estudios de danza española en el Conservatorio Profesional de Danza “Kina Jiménez” a la edad de 9 años. Tras graduarme, me mudé a Málaga y fue en esta etapa donde desarrollé mi carrera profesional artística. Me formé en Coreografía y técnicas de la Interpretación del Baile Flamenco, así como en Pedagogía de la Danza en el Conservatorio Superior de Danza “Ángel Pericet” y empecé a trabajar como bailarina en diferentes proyectos, compañías de danza y como bailaora solista de mi propio cuadro flamenco por todo el territorio nacional. A nivel internacional, también he tenido oportunidad de promulgar el flamenco como docente y artista invitada de diferentes festivales, destacando mi estancia en Japón durante seis meses en 2016, que fue muy reveladora y crucial para empezar a entender el flamenco del modo en que lo vivo actualmente.
¿Qué es el flamenco para usted, en general como filosofía y como baile?
El flamenco es la forma en que me reconozco cada día; donde me busco y me encuentro, donde me pierdo y me identifico. Donde me paro para avanzar. Es el resultado de la idiosincrasia de mis antepasados unida a mi experiencia propia. En el Flamenco me abrazan mis raíces y encuentro también las alas que anhelo. A través de su música canalizo y expreso las emociones, sentimientos, ideas o inquietudes que me surgen. El Flamenco es mi lenguaje, y el baile, el modo en que lo utilizo para que mi mensaje trascienda. Es un arte tan rico en cuanto a historia, cultura, sonidos, texturas, matices, emociones, etc., que a mí me sirve como punto de partida y, a la vez, me permite seguir buscando, descubriendo y alimentando esa necesidad de expresar desde la esencia más pura, porque siempre que me pierdo, tengo a donde volver y comenzar de nuevo. Solo me centro en conocer mi esencia y poder entregarme al arte y a la vida porque de lo demás no me tengo que preocupar; el flamenco ya tiene una trascendencia histórica, cultural y artística sumamente definida y no necesita que yo manifieste sus formas, sino las mías; él ya forma parte de mí.
Usted se dedica a la docencia, ¿cómo es enseñar flamenco?
Sin duda alguna, enseñar flamenco es muy gratificante. Yo me dejo en clase toda la energía para transmitir a las alumnas en cada explicación el amor y el respeto que yo le profeso al flamenco. Además, cuando enseñas generosamente, entregas un cachito de ti, de tu esencia, y eso te enriquece porque, de igual modo, recibes cachitos de los alumnos en cada una de sus interpretaciones.
Por otro lado, a veces resulta complicado hacer entender que la técnica debe sucumbir ante el arte. Lo primero que deben asimilar las alumnas es que el flamenco, a diferencia de otras disciplinas dancísticas, empezó como una necesidad de expresión popular. Era una manifestación del pueblo que se daba de forma espontánea, orgánica, y esa raíz primitiva debe sentirse en todo momento; por lo que yo digo en mis clases que bailar flamenco siempre tiene que ser fácil, cómodo, por muy difícil que sea el paso. Hay que practicarlo hasta que tu cuerpo lo integre con gracia y maestría. Suprimir ese encorsetamiento que provoca la técnica transformándola en plasticidad, armonía, gracia y naturalidad.
¿Cuál es el consejo más importante que le da a sus alumnos y alumnas?
Que hagan lo que hagan, siempre sea desde el amor. El amor es el motor de la vida. Para bailar flamenco, deben reconocerse desde ese punto; con respeto hacia lo aprendido, con la libertad de buscar y probar desde su instinto, sin miedo a ser juzgados… el amor engloba todo esto, tanto para ellos mismos como para con el resto de sus compañeros.
Cada cual somos de una manera, sentimos de una manera, percibimos las cosas de una manera diferente y hemos tenido experiencias diferentes. Así que sería extraño que un arte tan genuino, tan de raíz, con tantas entrañas, fuera interpretado de igual forma por todos nosotros. Hay algo que nos hace únicos y tenemos que aprender a identificarlo, de nuevo esa esencia de la que vengo hablando, porque cuanto más consciente de ello seamos, más relevante y significativo será en nuestra expresión artística.
¿La relación con el flamenco ha cambiado con el tiempo?
El flamenco es un arte vivo y la vida está en constante cambio; era de esperar que este arte también lo hiciera y lo siga haciendo. Ha habido diferentes etapas en la historia del flamenco coincidiendo en contexto histórico con los cambios socio-políticos y culturales de España, sobre todo, y esto seguirá ocurriendo porque en el arte se refleja la sociedad, y los cambios dan lugar a nuevas perspectivas, nuevas corrientes o enfoques de concebir el arte. A mí me parece algo positivo ya que todo ese movimiento hace que el arte no se estanque, se mantenga fresco y perdure en el tiempo. Con la situación actual que sufrimos el mundo de la cultura a causa de la pandemia, el sector del flamenco en España se está yendo a pique y se encuentra en una situación muy precaria. Han cerrado ya muchos tablaos, no nos permiten hacer actuaciones en vivo aún y muchos de los festivales son insostenibles ahora mismo. Es inviable seguir con la forma de concebir el Flamenco que hemos llevado hasta ahora y es por eso por lo que se están dando nuevas formas de practicarlo y divulgarlo: clases online, reproducción de recitales en soportes audiovisuales, etc. Son nuevas formas que están surgiendo a raíz de las circunstancias que vivimos. Ojalá sigamos reinventándonos y sobreviviendo a esta era extraña y complicada en la que nos encontramos, porque el Flamenco es la identidad de muchos de nosotros y aún tiene mucho que decir.
A nivel personal, mi relación con el Flamenco también ha cambiado en todos estos años. De igual forma que el arte se altera conforme a los cambios que se dan en la sociedad, ocurre progresivamente y a medida que evolucionamos en nuestro desarrollo personal. Siempre se está en esa búsqueda constante de nuevas formas, inquietudes que aparecen, influencias que te llevan a seguir investigando y tocando puertas. Por lo que tu baile, tu manera de sentir y de expresar no es la misma. Como he citado anteriormente, mi estancia en Japón supuso un cambio de consciencia muy significativo en mi "ser" y me sentí preparada tras aquella experiencia para iniciar una nueva búsqueda fuera de prejuicios y mucho más consciente y profunda que el simple hecho de reproducir o interpretar palos al estilo tradicional como venía haciendo años atrás. Esto me posicionó en otra perspectiva desde la que abordar el flamenco, a mi parecer, mucho más pura para conmigo, pues ahora sí bailo desde mi esencia, conforme a lo que siento con total libertad, sin repetir patrones, rompiendo estructuras aprendidas con las que no me sentía identificada, desarrollando mis propias formas y no la de mis maestros u otros artistas de la historia con las que quizás o me sentía cómoda del todo. Aunque todo ello va conmigo, permanece en mi aprendizaje, en mi bagaje y en ocasiones imagino que saldrá a la luz de alguna forma mientras bailo. En definitiva, de lo que sí estoy segura es que, el hecho de bailar, para mí tiene mucho más sentido desde que lo hago de forma consciente y libre de cánones establecidos.
Usted se ha formado con muchos maestros y maestras, ¿quiere hablarnos de alguno en especial?
A lo largo de mi vida he tenido la suerte de encontrarme con grandes profesionales de los cuales he podido aprender y tengo muy buenos recuerdos de muchos de ellos. Pero, he de decir que, más que por los conocimientos, la técnica o las coreografías que yo haya podido aprender de sus clases, sobre todo los sigo teniendo muy presentes por lo que me aportaban como personas, porque para que un profesor permanezca siempre en el recuerdo del alumno, se necesita la humildad, la paciencia, la determinación y la pasión que no todo el mundo tiene. Yo me siento afortunada en ese aspecto.
Si hablamos de maestros con ese sentido que va más allá de un profesional del que recibes un conocimiento, sino que hablamos de alguien que se implica en tu persona, en tu evolución, que comparte sus vivencias contigo, que te aconseja y es ejemplo solo con estar presente, eso, tiene una carga emocional y un peso que sobrepasa la mera relación docente-discente, y aquí sí me paro en mi maestra, la bailaora Susana Lupiáñez “La Lupi”. Ella es la fuente de la que bebo desde hace muchos años. De su mano pude comprobar la inmensidad del Flamenco. De ella aprendo cada día lo que es la pasión y la dedicación plena por lo que te gusta, es ejemplo de lucha, constancia, trabajo, sacrificio, generosidad. También de ella recibí recompensa, verdad, amor incondicional por la vida. Porque Lupi es todo amor; una de sus frases más conocidas es “El Flamenco es amor, el amor es vida y yo vivo amando”. Es alguien muy especial en mi vida, necesito su energía, su alegría, su opinión en muchas cosas… cuando pasa tiempo sin vernos, busco la manera de acercarme a su hoguera. Ese calorcito suyo… más que maestra de baile, para mí es una maestra de la vida.
¿Qué nos puede decir acerca de la evolución de los fundamentos rítmicos del flamenco?
Me reitero en la idea de que el flamenco aún tiene mucho por descubrir. Desde el máximo respeto que yo le profeso a la cultura flamenca, me parece que esa creencia que hay de que ya está todo inventado es errónea y negativa. Existe el árbol genealógico de los palos flamencos y ya parece que no hay cabida para que crezca ninguna ramita más. Actualmente, podemos hablar de compases binarios, compases ternarios y compases de amalgama. Ahí se fundamenta la rítmica de la música flamenca, clasificada a su vez por familias y, afortunadamente, de ahí se abre un gran abanico de palos flamencos, cada uno de ellos con sus características, estilos y matices diferentes, y por los que el flamenco goza de una riqueza musical genuina.
No obstante, cualquier manifestación artística, sobre todo la música y la danza que son artes vivos, está en constante movimiento y evolución. Tengamos en cuenta que la música flamenca tal y como lo conocemos hoy apareció a finales del s. XVIII con la influencia del folclore andaluz de la época y la influencia de la cultura gitana, y ha ido evolucionando con los tiempos, en relación al contexto histórico, las tendencias y las circunstancias socio-políticas y artístico-culturales que se daban. Podría volver a pasar, y si sigue manteniendo la esencia, los principios que sitúan al Flamenco como arte con identidad propia, y el sentido y sentimiento de necesidad de expresión, manifestación de las injusticias, de rebeldía, las penas y alegrías de un pueblo, etc. La evolución es posible. Esto me lleva a resaltar, por consiguiente y para poner un ejemplo, la gran influencia del pueblo gitano en el desarrollo de la música flamenca. Un pueblo perseguido, discriminado, estigmatizado, que plasmaba todo eso en su cultura musical. Actualmente, aunque queda mucho camino por recorrer, es cierto que el pueblo gitano no se encuentra en esa misma situación; hecho que también debería influenciar a la creación de nuevas formas en la manifestación artística si atendemos con consciencia al significado real del término “evolución”.
Por todo esto, creo que hay que permitir y favorecer también ese espacio de nuevas creaciones tanto en los fundamentos rítmicos, como en el cante o en el baile para las personas que, desde el respeto, lo soliciten, sin estigmatizarlas como destructores de la tradición, cultura y música flamenca. Ya se están empezando a estudiar otros compases (como el 5/4 ó 7/4), a probar y jugar con ellos, con los estímulos que ofrecen, con las posibilidades que abren esos compases irregulares, porque te llevan a crear otro tipo de piezas, de cantes, de melodías. También hay algunos grupos y encuentros musicales con mezcolanzas de culturas muy interesantes como, por ejemplo, “Wadiatma”; un conjunto de artistas que fusionan la música tradicional del Medio Este con el Flamenco: desarrollan, por ejemplo, piezas musicales de un compás no utilizados en el flamenco hasta ahora con letras por seguiriyas perfectamente encajadas. Entonces… ¿dónde está el límite?, ¿quién lo establece? ¿Quién nos dice a nosotros que los nuevos tiempos no nos traerán nuevas formas, nuevos caminos, nuevas creaciones, nuevos sentimientos o nuevos ritmo?
¿Qué es lo más conmovedor o maravilloso que ha vivido con el flamenco?
¡Uff! He vivido experiencias maravillosas con el flamenco. Han sido muchos viajes, muchas anécdotas con compañeros, muchas sensaciones vividas encima de las tablas.
Aunque el momento más conmovedor, fue el estreno de mi segundo espectáculo “CAMINOS” (2015) en el que hablaba de mis raíces, de los referentes que había tenido hasta entonces y lo hice porque, de alguna manera necesitaba homenajear a mi abuelo que acababa de fallecer. Un trago duro, un momento en el que no tenía duda de que mi vida quería dedicarla al flamenco, pero se hacía difícil el simple hecho de oír un acorde de guitarra en su ausencia (con mi abuelo yo tenía una conexión muy bonita en cuanto al flamenco que no tenía el resto de familiares, yo pasaba muchas horas con él hablando y escuchando a los antiguos). Así que decidí superar aquello bailándole a él. Era la única forma de que yo me pusiera unos zapatos y me metiera en el estudio. Me costaron muchas lágrimas, de tristeza y de alegría, pero finalmente salió un espectáculo íntimo, muy emotivo en el que se recogían grabaciones reales de él cantando, riendo en conversaciones con mi abuela, jaleándome a mí que cantaba con 3 añitos… lo estrené en mi tierra, con mis compañeros de siempre que no dudaron ni un momento en embarcarse conmigo en el proceso y rodeada de familiares y amigos. Fue casi ritual, muy emocionante, lo recuerdo con mucho cariño.
¿Tablao o teatro? ¿Porqué?
Soy muy de teatro por aquello de que es un espacio vacío. Te da la posibilidad de representar tu creación, y las luces, las calles, las varas, etc. te permiten muchas opciones a nivel dramatúrgico y escenográfico. Yo soy una enamorada del teatro en general. Si me preguntan por mi lugar favorito en el mundo, contestaría que es un teatro. Aunque también necesito mucho la otra parte, la cercanía de los tablaos, la energía del público latente, sentir ese lugar pequeño, donde van los aficionaos del Flamenco tradicional, o los extranjeros que observan callados conquistados por el duende del momento. Se respira el respeto. Esto me lleva a citaros un cartel que hay en una de las peñas flamencas más emblemáticas de Andalucía, la “Peña Juan Breva” de Málaga, en la que hay un cartel al entrar en el que se lee “Saber escuchar es un arte”. En las peñas y los tablaos flamencos se respira un ambiente diferente, más solemne, más hermético, sabes a lo que vas y casi lo que vas a ver, el teatro es más abierto y te abre otras puertas.
No podría decantarme por uno solo; necesito el alimento de los dos: las raíces de un tablao y las alas del teatro.
¿Cuál es el proyecto que más satisfacciones le dio?
Un proyecto de teatro- danza en el que colaboré con la compañía Ararí Danza en 2015 dirigido por Olga Magaña, con el que recogimos varios premios por el espectáculo “Toma que Time”. El proceso creativo supuso para mí tanto un reto como un gran descubrimiento. Conocí otras formas de trabajar de las que aún me sigo sirviendo para muchas de mis creaciones hoy, me divertí muchísimo, me probé en un rol mucho más cómico y distendido a todo lo que venía haciendo hasta entonces y, en conclusión, pude conocer otra parte de mí con la que me sentí muy cómoda.
¿Tiene algún propósito para el futuro con el baile?
Mi único propósito con el baile es seguir bailando mientras pueda, creando, expresándome a través de mis obras y compartir mi mensaje con el mundo. Bailo por necesidad del alma, no con pretensión ninguna.
Palo por palo
Un cantaor: Enrique Morente
Un guitarrista: Vicente Amigo
Un bailaor: Jesús Carmona
Una bailaora: Carmen Amaya
Un palo: Soleá
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